Les comparto mi experiencia pues creo que hay otras madres primerizas como yo, afrontando el día a día con las hormonas alborotadas y el cansancio acumulado.
Convertirme en madre ha sido una experiencia maravillosa pero también un gran reto. Les compartiré mi experiencia pues creo que hay otras madres primerizas como yo, sintiéndose solas, tal vez porque como yo viven lejos de su familia de origen, afrontando el día a día con las hormonas alborotadas y el cansancio acumulado. Afortunadamente he contado con la Estimulación Neural para vivir la maternidad con una actitud positiva incluso en los momentos difíciles.
Mi hija tiene año y medio y dentro de lo que cabe su parto fue muy bueno. Es cierto que fueron más de 20 horas de labor pero yo estaba lista y preparada: me preparè con la meditación y durante todo el tiempo me hice tratamiento para el dolor, pero para mi el gran reto estaba por comenzar. Los cambios hormonales después del parto me tenía llorando sin saber por qué; un cansancio que no me podía imaginar; la bebé, que no sabe de relojes ni de horarios, interrumpía y sigue interrumpiendo mi sueño una y otra vez. Cuando mi marido regresó a trabajar y mi madre regresó a México y yo me quedé sola, sólo me preguntaba ¿Cómo lo voy a lograr?
Una de las cosas más difíciles ha sido trabajar mis emociones porque cuando yo no estoy emocionalmente bien, mi bebé tampoco está tranquila, ni quiere separarse de mí por un segundo. Se dice que nuestros hijos son nuestros espejos y mi hija refleja a la perfección mi sentir. La meditación me ha ayudado a estar consciente de mis emociones sin juzgarlas y los tratamientos de Estimulación Neural a liberarlas. Me han ayudado a utilizar mi intuición para entender el lenguaje de un bebé y poder atender mejor sus necesidades. Me han ayudado a adaptarme al ritmo desacelerado de mi hija y a tenerle paciencia.
Y es así cómo ha podido brotar desde el fondo de mi ser un amor indescriptible, que no conocía, el amor de madre.
Mi hija va convirtiéndose en una niña y ya no es tan dependiente de mí, va a la guardería y yo tengo un poco más tiempo para mí y mis proyectos laborales. Pero también esta etapa ha conllevado nuevos retos, pues al estar en contacto con otros niños los virus están a la orden del día. No puedo evitar que se contagie de algo como tampoco puedo evitar que tenga dolor cada que le sale un nuevo diente. En esos momentos he aplicado los tratamientos a mi hija: ya sea para la fiebre, para la tos o la diarrea, cuando convulsionó y la tuvimos que llevar al hospital de emergencia, cuando se cayó golpeándose la cabeza...
Saber que con mis manos puedo ayudar a aliviar el dolor de mi hija no tiene precio y poder vivir la maternidad como un proceso de crecimiento es un cambio de actitud que hace una gran diferencia en los momentos difíciles y me libera para vivir a plenitud los momentos hermosos a lado de mi hija.