Cada día nos encontramos frente a las decisiones. Decisiones grandes que resuenan y retumban, asi como decisiones pequeñas, silenciosas e internas...
Cada día cada minuto de nuestra vida, en el momento en el que venimos a la luz debemos tomar decisiones. Inclusive aquellas que tomamos como un juego, tienen el poder de cambiarnos a nosotros mismos y nuestra vida. Aunque mi decisión comenzó así, sin ser consciente.
Tenía 17 años y estaba bien, practicaba danza desde que tenía 5 años, pero quería adelgazar, quería perder algunos kilos. Decidí ponerme a dieta y escuchar lo que una amiga mía me aconsejo. Un día me dijo: “Verás que si eliminas pasta y pan perderás inmediatamente peso!”. Y así hice. Era el mes de Julio del 2014. Todo comenzó por juego pero, después, se vuelve tóxico. Es como para quien comienza a drogarse. Empieza con un porro solo para probar, después se vuelven dos, tres, después ya no es suficiente y se busca una cosa más fuerte.
Los tóxicos piensan que son capaces y fuertes, que lo pueden controlar, de poder dejarlo de un momento al otro y cuando lo deseen pero en realidad, en el momento exacto en que lo piensan ya están perdidos. Yo pensaba exactamente así. Pero no me daba cuenta. Poco a poco de no comer más pasta y pan, había eliminado cualquier alimento que no fueran frutas o verduras, descargue una aplicación de cuenta calorías en el celular y estaba atenta inclusive a cada gota extra de aceite.
Cada día, me pesaba en la balanza y cada día eran siempre gramos y kilos menos. Me sentía grande y poderosa por qué podía controlar mi hambre. Cada vez que me miraba al espejo, la visión que tenía de mi misma, proyectaba una imagen de mi cuerpo, distorsionada y diferente de la realidad, veía que había algo más para eliminar en mí físico, pero al mismo tiempo me veía bellísima y fuerte. Sentía placer al ver los huesos sobresalir.
Llegue a perder 12 kilos en un mes y poco a poco, comencé a perder cabello y el ciclo menstrual. Me sentía débil, a veces me cansaba al razonar, con mis amigos y con mi familia me volví fría, apática, sin afecto, pero no me importaba, ni siquiera me daba cuenta por qué no me interesaba. Solo pensaba en las 900 calorías que cada día tenía que consumir, a controlar mis comidas y en los estúpidos números sobre la balanza. En que me estaba convirtiendo? Sinceramente ya no sentía emociones. Solo apatía y un sentido de vacío. Cuando lo demás querían hacerme entrar en razón, reaccionaba solamente con agresividad. No quería escuchar a nadie mucho menos a mi padres.
En este túnel oscuro al que me dirigía, un rayo de luz llegó con La Enseñanza.
Recuerdo perfectamente las palabras de la maestra Lucía: “ Sufres de anorexia, Francesca. Tu belleza esta en tus ojos.” y fue justo en esos momentos que, gracias a ella, supe darle nombre a lo que me estaba pasando. Cuando piensas que eres fuerte e invencible, después es difícil aceptar que justo a tí, algo te está sucediendo.
Desde aquel momento en adelatante empezó un periodo de grande lucha interior. Ha sido una lucha por que no quería aceptar que me estaba sucediendo justo a mí y también por que en mi mente era difícil dejar ir y no tener todo bajo control. Cuando comía un poco más a lo que estaba acostumbrada en mis esquemas mentales, estaba ansiosa, era presa del pánico y perdía aún más el contacto con la realidad.
Muchos piensan que la anorexia sea simplemente un exceso de pérdida de peso, debido a un régimen rígido por una sencilla cuestión de estética. No se piensa, ni se reflexiona sobre lo que sucede en la mente de un anoréxico. Así como todos los trastornos del comportamiento alimenticio, antes que nada es un trastorno psíquico. Es una enfermedad que lleva a creer que sin ella estas vació, de no merecer ser especial ni mostrarte por lo que eres y de no merecer amor.
Los cambios no llegan de un día al otro. Fue y a veces es, aún una lucha cotidiana. En la Enseñanza, además de haber encontrado un método de estar mejor, he encontrado también una gran familia que me mira por lo que soy dentro de mi y que me quiere incluídos mis defectos. Me siento libre de poder hablar y vaciar los dolores y los pensamientos, sin sentirme juzgada.
Por qué si los pensamientos y las emociones negativas, las retenemos, nos comen y comen también la realidad alrededor de nosotros. Han habido muchas recaídas en este tiempo, pero ahora se como me puedo ayudar y quererme.
He tomado definitivamente otra elección, la de encontrarme a mí misma, de reconstruirme y escucharme. Elegí empezar un largo proceso que es aceptarme y amarme, también con mis defectos, por qué la perfección no existe y por qué me pongo como objetivo tener las ganas y la alegría de vivir. Durante todo eso La Enseñanza fue un pilar fundamental. La Anorexia no es una condena a la muerte. Se puede sanar y se puede volver a vivir. Tomen la decisión de hablar y de ser conscientes de ello. Hay un mundo que los espera. No seáis esclavos de vosotros mismos y de vuestras cadenas.
Pedir ayuda, elegir la Vida.