¿Qué es la madurez, cuándo se adquiere y para qué nos sirve?
Hablando de la vida y de cómo nos desenvolvemos en ella hay un elemento que hace la diferencia: la madurez.
¿Qué es la madurez, cuándo se adquiere y para qué nos sirve?
Psicológicamente, la madurez emocional se obtiene cuando la conducta y el pensamiento de una persona sobre sí misma y su entorno lo alejan indiscutiblemente de actitudes infantiles.
Maneras en las que podemos medir nuestra madurez y la de las personas que nos rodean:
Tomar una actitud madura ante la vida, nos ayudará a disfrutarla, y actuar con consciencia y responsabilidad.
La madurez no es sinónimo de edad, muchas personas con experiencia, que se encuentran en una situación desfavorable, no la enfrentan. También se han visto jóvenes adolescentes, que a temprana edad, toman la rienda y el control de su vida.
Una de las maneras más claras de medir la madurez es en el fracaso. La persona madura y consciente, no se desespera, utiliza todas las herramientas que tiene a su alcance para lograrlo, con una actitud positiva, alegre, no baja los brazos, ni entra en la zona de confort.
Es la última etapa de la vida, que le sigue a la madurez, comienza a los 60 o 65 años de edad. Es la última etapa del desarrollo humano, donde los cambios ocurren de manera gradual, lenta y progresiva.
Cambios físicos, psicológicos emocionales y sociales
La persona que llega a esta edad es el producto de la experiencia en el paso de los años, que enseña a los demás sus conocimientos, son memoria viva de los grupos sociales. Los adultos mayores han recorrido la vida, con aprendizajes individuales, grupales y sociales. Son el cúmulo de las opciones que fueron tomando en las distintas etapas de crecimiento. Los resultados de los mismos se ven por lo general en esta etapa conformando un saber psicológico, emocional y social.
Un camino para disfrutar, compartir y vivir a plenitud
Para vivir con conciencia y en plenitud hace 22 años, me acerqué a Manos Sin Fronteras, una organización internacional que promueve el autoconocimiento, la solidaridad y el servicio. He experimentado en esta etapa de mi vida un cambio positivo para empezar una nueva vida.
Manos sin Fronteras a través de su filosofía me ayudó a pensar no sólo en mí, ni a esperar una jubilación para hacer un acto de amor, cuando son tantas las necesidades que vive el planeta.
Encontré la felicidad en ayudar con mis manos y compartir esta técnica, para que muchas personas también se beneficiarán. Ahora mi realización como sujeto social se fundamenta en esta práctica y sencilla idea: “Lo que no se comparte se pierde”.