28 de agosto de 2019

¿Niños Difíciles o Adultos Heridos?

Escrito por: Silvia Perez

Desde pequeña buscaba el momento de ser adulta. Cuando tienes todas las respuestas, todos te escuchan y eres maduro...

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Desde pequeña buscaba el momento de ser adulta. Cuando tienes todas las respuestas, todos te escuchan y eres maduro. Ser ese monumento de ejemplo que ves con tus padres. Hoy puedo decir que siendo adulta por edad aún sigo buscando respuestas, aprendiendo y sobre todo a estar en contacto con mi niña interna. La vida me dio el regalo de ser la tía de los hijos de mis amigos. Y con ello la oportunidad de revivir y trabajar esa pequeña que aún vive en mí.

Cuando visitaba a mis amigos ellos me pedían si podía cuidar a sus hijos, y ¿porqué no? Traviesos, tiernos en la medida justa. Pero en momentos clave empecé a notar que mi paciencia se perdía con rapidez, o me sentía fácilmente ofendida y en el peor de los casos, me encontraba peleando como una niña con ellos.

Ante estas emociones desmedidas, decidí que quería descubrir su verdadero origen. El primer paso fue meditar antes de estar con niños y después de cuidarlos. Luego me propuse anotar las situaciones que vivía con ellos y las emociones que sentía. Sin una respuesta clara pero identificaba que mis emociones me impedían resolver las situaciones.

Hace tres meses un día de verano hermoso en un parque de niños, me encontraba con mi amiga y sus dos hijas. Una de ellas de 1 año y 8 meses y la otra hija en los brazos de mi amiga con apenas 4 meses de edad. La hija mayor me pidió que la columpiara, la llevé y cuando la empecé a columpiar empezó a gritar, y me dijo, que como no la columpiaba como su padre, se sentía mal y se iría a jugar sola. Luego de que se fuera la niña me sentía tan mal y el sentimiento no se marchaba. La vi jugando y seguía con una angustia que no se iba hasta que en un momento la pequeña me ve y empieza a gritar mi nombre. Voy corriendo y me dice “quiero ir al baño” y el baño no estaba cerca. Decidí cargar a la niña y corriendo al baño se orina en mis brazos y antes de que pudiera decir nada la niña inicia a gritar ¡tu culpa, todo es tu culpa!. Me fui con la niña en brazos gritándome con la madre por ropa nueva, pero estoy segura que mi cara decía mil palabras. La madre con su paciencia y amor le explicaba a su hija que era un accidente.

Madre que juega con su hija

Pero para mí la pena, la vergüenza y ver a la niña gritarme que era mi culpa me rompieron en llanto, tuve que retirarme a caminar. Decidí que meditaría y buscaría esta reacción… al finalizar la meditación y ver a niños jugar recordé un evento que me ocurrió de pequeña que me hizo ver porqué me sentía como me sentía.

Chica que respira profundo

Recordé que una vez de pequeña, de casi la misma edad de la joven, estaba en el baño y había terminado de orinar. Quería que me ayudaran a limpiarme. Grité el nombre de mi madre una, dos, tres veces hasta que salí porque ella no llegaba y encontré a mi madre con sus amigas y en ese momento escuche a todas decir “¿ella no puede limpiarse? ¡qué vergüenza, qué pena!”. No falta decir que las amigas de mi madre no les agradaban mucho los niños. Después de ese evento ya no quise salir del baño hasta que todas las visitas se fueran de la casa.

Con lo vivido en el parque, la joven, los gritos, volví a ese momento. Mis lágrimas eran las de esa niña que aún recuerda ese instante. Así que por un momento me encontré abrazando a mi niña interior diciéndole que sólo era una niña que ya había pasado. Agarré valor para corregir mi actitud con mi amiga y ante todo con la pequeña. Al entrar al cuarto donde estaba mi amiga con sus dos hijas, la situación se había mejorado. Por un momento la niña y yo compartimos miradas, me animé y le pregunté ¿cómo se sentía? Ella me dijo que se sentía enojada porque pasó un accidente, y le dije que yo me sentía triste por no haberla columpiado bien. Ella empezó a reírse y me abrazo.

La madre también se rió y me abrazo. Y fue hasta este momento que comprendí que convivir con niños revive a tu niño interior. Y con la meditación poco a poco no sólo trabajo a esa niña interior, si no que, busco amar y perdonar esas emociones que me hacen reaccionar para convertirlas en oportunidades de crecimiento.

Foto de Silvia

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