Saber que el divorcio era mi amargo destino y aceptar la separación de la persona que más amaba por sobre todas las cosas, casi me lleva a la muerte...
Saber que el divorcio era mi amargo destino y aceptar la separación de la persona que más amaba por sobre todas las cosas, casi me lleva a la muerte, ese sufrimiento casi no lo pude soportar, me enfrentaba a mi segundo divorcio.
Sin embargo, hoy doy gracias por la oportunidad de poder escribir y compartir mi experiencia, después de haber sentido estar tan cerca de la muerte, realmente agradezco cada segundo en este mundo.
Describir el episodio más doloroso en mi vida con palabras es sumamente difícil. Fue el momento en que todo mi mundo se destruyó, sentí que fue una catástrofe en mi vida, que mis peores miedos se materializaban y era el final de mi existencia, donde la oscuridad y el terror de lo inimaginable era mi inminente realidad, sin la oportunidad de cambiar el rumbo.
Estoy seguro que nadie está preparado para dejar de amar de la noche a la mañana, mucho menos enfrentarse a las situaciones que nos pueden llevar a un divorcio.
Al momento en que se dió esta situación, el tiempo se detuvo para siempre, marcando un antes y un después en mi vida. A partir de ese momento el reloj inició de nuevo, pero cada segundo pesaba una tonelada y era un golpe aplastante que me hizo sentir que cada uno de mis huesos se rompían y que sólo tenía el aliento mínimo de vida, para esperar el siguiente segundo.
Por primera vez pude experimentar la soledad absoluta, la emoción más abrumadora de abandono que jamás pude sentir. Y surgió el espantoso eco ¿Por qué? Fue un despertar en la nada, sin rumbo y sin un motivo para vivir, sin un refugio ni puerta de escape.
Pero, a pesar de que veía como mi matrimonio se desvanecía, tenía que ir a trabajar y de alguna u otra forma traté de continuar. La primera semana en mi trabajo recuerdo que dejé de comer del todo. Usaba lentes oscuros todo el día y evitaba conversaciones, en cualquier momento una lágrima escapaba y, el llegar a mi apartamento era sólo la continuación de la pesadilla, porque era el momento en el que podía llorar sin reprimirme, sin tener más fuerza para contener el llanto y el sufrimiento, sin la posibilidad de poder dormir y mucho menos de descansar.
Después de esa semana sin dormir ni comer, resignado a que mi muerte podría ser mi único escape, empecé a sentir como algunos de mis órganos empezaban a sufrir la rápida pérdida de peso y el cambio de mi color de piel no pudieron ocultar lo mal que estaba por dentro y por fuera.
Sin embargo, justo 6 meses antes me había inscrito para recibir el curso especial llamado “Chakra 6”, recuerdo haber llegado al día 7 desde el reinicio de mi vida, a este curso sin fuerzas para conducir, sin hambre y sin esperanza.
Tenía mucha vergüenza de llegar a una charla tan especial en mi condición, en la cual era imposible esconder mi dolor; mi cuerpo, mi cara y mi corazón demostraban mi sufrimiento. Sin embargo, ya no tenía nada que perder y sentía que sólo era cuestión de días, para que lo que me quedaba de vida se desvaneciera, debido a que ya había renunciado a luchar.
Este curso de Chakra 6 fue el más difícil de toda mi vida, recuerdo sentir que la butaca en la que estaba sentado era una prisión de donde no me podía mover y resentía el cansancio de mi cuerpo de una semana sin dormir, realmente estaba retorciéndome de dolor. Las más de 10 horas del curso fueron un gran reto, porque sabía que nada de lo que decían lo pondría en práctica porque después del curso, no creía poder continuar con mi vida.
Por si esto fuera poco, mi mamá, también estaba sentada unas hileras atrás, yo no le había comentado nada de mi situación, pero al verme se percató de lo mal que estaba. La culpa de saber el sufrimiento que le ocasionaría a ella, también se unió a mi dolor.
Hora tras hora el curso se fue impartiendo y faltando unos escasos tres minutos, La Jardinera se dirigió a mí, dijo unas palabras y en 30 segundos me devolvió la esperanza.
La Enseñanza, fue el nuevo soplo de vida, para que la llama no se extinguiera. Y aunque fue algo tan especial, fue sólo el comienzo de 9 meses más de la batalla más grande que jamás haya luchado, en los cuales, el llanto, el dolor y el sufrimiento me visitaban a diario, con la única diferencia de que quería vivir, sanar y levantarme, seguir adelante, descubrirme y nunca conformarme con sólo superar este sufrimiento.
Manos Sin Fronteras me demostró que el servicio a los demás nos ayuda a sanarnos a nosotros mismos. El apoyo que me dieron fue crucial en momentos específicos, también debo agradecer a todas las personas que el universo puso en mi camino, los mensajes y el apoyo celestial que se manifestó día a día.
La experiencia, a raíz del sufrimiento que viví, me hizo descubrir que no puedo dejar de luchar un sólo día, perdonar y ver mi responsabilidad sin culpar a nadie. Esto fue vital para descubrir todo en lo que podía mejorar.
No me conformé con superar el dolor que me llevaron esos nueve meses de tropiezos y recaídas. Me levanté con más fuerza, hoy tengo año y medio desde que nací a mi maravillosa vida.
MSF, se acopló a mi vida, a mi entorno y a mis creencias; vino a darme la oportunidad de servir y descubrir lo hermoso que es poder ayudar de cualquier forma a quien lo necesita, porque sé lo que se siente estar del lado de quien lo necesita.