Nunca olvidaré la primera vez que me hicieron el equilibrio, tuve un ataque de risa, me sentía muy feliz y no podía dejar de reír...
Conocí Manos Sin Fronteras cuando tenía 12 o 13 años, mis padres me hacían tratamientos. Nunca olvidare la primera vez que me hicieron el equilibrio. Tuve un ataque de risa, me sentía muy feliz y no podía dejar de reír.
No veía la hora de tomar los cursos, estaba muy emocionada, no entendía bien lo que era pero me daba una ilusión muy grande y quería curar mis ojos. Desde pequeña siempre tuve un astigmatismo fuerte, mis maestras en un momento pensaron que necesitaría atención especial porque me sentaba hasta el frente y ponía atención pero mis notas no lo reflejaban.
Luego de recibir el nivel 1 y 2, comencé a hacerme los tratamiento para los 5 sentidos todos los días. Año tras año en las visitas al oculista, me iba marcando menos astigmatismo... y el doctor no se lo creía, pase de un 5 a un 1.25.
Comencé la universidad y deje de hacerme tratamientos para la vista y comencé a trabajar en mi cerebro y en los tratamientos para la memoria, para lidiar con mis emociones que a veces me abrumaban, sentimientos de no lograr o de no ser capaz de terminar. Y poco a poco fue aumentando el miedo al futuro y con ese miedo comenzó a desarrollarse una miopía, más que todo en el ojo derecho.
Hay un curso impartido por la Presidenta de Manos Sin Fronteras llamado Cuerpo Habla, que nos enseña a escuchar las señales de nuestro cuerpo. Cuando guardamos emociones fuertes, las absorbemos, y el cuerpo encuentra una manera de liberar. De esta misma manera podemos comenzar a escuchar a nuestro cuerpo y trabajar esas emociones.
Los ojos son la ventana de nuestra alma y la condición de mis ojos delata los miedos que tengo del futuro por situaciones que viví en el pasado. En los últimos años he logrado trabajar con mi lado emocional, ver que muchos comportamientos de mi madre, los tengo también y poderlos trabajar, y mi ojo izquierdo ve mucho mejor que mi ojo derecho. El ojo derecho como algunos hemos aprendido es el lado racional y tras observar mi comportamiento me doy cuenta que no soy objetiva en mi manera de ver la vida.
He leído un poco sobre lo que es la miopía a nivel del cuerpo habla y no es solo la falta de objetividad, y el miedo al futuro sino también el preocuparme demasiado por mi misma y no por los demás. Falta de generosidad de espíritu, y al leer esto, sí que me pego.
Para todos los otros miopes como yo, aquí van unas de las maneras en que nos podemos ayudar a nosotros mismos.
Aceptar que el pasado no es indicación del futuro, que la pasamos mal en el pasado no quiere decir que lo mismo volverá a suceder, ¡dejar esos miedos que nos detienen!
Abrirnos a las ideas de los demás. Hay una frase de Shunryu Suzuki que me encanta: “en la mente de un principiante hay muchas posibilidades, en la mente del experto hay unas pocas”.
Y cuando nos sintamos un poco perdidos y sintamos un poco de lástima por nosotros mismos: Encontrar una manera de ayudar a alguien más, para recobrar un poco esa generosidad de espíritu.
Ver la vida de una manera más positiva, dejar de esperar lo peor. Es similar a la primera pero vale la pena decirlo varias veces.
¡Retomar la ilusión por el futuro y recobrar esa alegría de vivir! Cada día elegimos lo que hacemos con nuestro día, la actitud con la que recibimos el nuevo día y cada día es una oportunidad de comenzar de nuevo.
No hay nada que tengamos o debamos hacer, esas palabras no las pone nuestro ego.
Y la final y más grande es con nuestro objetivo, ya sea este u otro: ¡Meditar cada día! Conectar con nosotros mismos, darle a nuestro cerebro el oxígeno, el alimento que necesita y darle un espacio al corazón para expresarse.
Gracias infinitas a La Jardinera que nos enseña a vivir más ligeros, a amar el trabajo, que nos enseña a compartir y a darnos una mano los unos a los otros, y que nos ha dado el regalo más grande de nuestra vida que es La Enseñanza y la Meditación.